sábado, 4 de abril de 2009

Sigo reivindicando la belleza

Hasta no hace mucho tiempo, la mayoría de los mortales asociaban el arte a la belleza, o al menos, a la búsqueda de ésta. Hoy, sin embargo, asistimos boquiabiertos a un espectáculo realmente pintoresco cuando entramos en cualquiera de las muchas exposiciones de arte contemporáneo que se inauguran con cierta proximidad en el tiempo, siempre a bombo y platillo. Fetos humanos, cadáveres conservados en formol, latas con excrementos del artista… dan ganas de acercarse al comisario de la muestra y preguntarle: oiga, disculpe, ¿dónde se ha dejado el arte?

El arte ha dejado de ser comprensible tanto para el ciudadano común como para el entendido. La creación artística se ha convertido “en escandalosa, indecente, cuando vende “como ‘arte’ creaciones o productos que en modo alguno pueden serlo”. En el siglo XVII un labriego, aunque no pudiera apreciar todos los matices de la obra, podía conmoverse ante un cuadro de Velázquez. En nuestro tiempo, ni el propio artista es capaz de explicarse. “Porque el ‘mundo del arte’ en sus voces más autorizadas, denomina ‘arte’ a algo que, sencillamente no lo es; más aún, algo que nació con la voluntad expresa de romper con el concepto universal de arte”.

La obra queda estructurada a través de lo que Esparza entiende que son los ocho rasgos del arte contemporáneo. Rasgos que se convierten en otros tantos pecados capitales a causa de la deriva hacia la impostura en que se ha implantado el arte. Cada una de las frases de este libro es un soplo de sentido común en medio de la locura en que parece haberse instalado el arte contemporáneo. Escrito con la fuerza que aporta la sencillez, José Javier Esparza encara el tema y, con mano firme, muestra la infame careta que desde hace años lleva impuesta.

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